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domingo, diciembre 1, 2024
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Haití no le importa a nadie

FEDERICO A. JOVINE RIJO

Época de cambios o cambio de época, no importa. El mundo se mueve rápido y en él coexisten el viejo y el nuevo; uno que se niega a morir y otro que será más cruel que el superhombre nietzscheano. Con el orden neoliberal hecho pedazos, no hay un norte seguro, y, mientras muchos países hacen aguas, las puertas de la desestabilización económica y política planetaria están abiertas, y por ella se cuelan millones de personas que emigran; ríos de desplazados en un flujo constante que amenaza con inundarlo todo.

En ese contexto, cualquier europeo no vería como extraordinaria la migración de haitianos hacia dominicana, y muchos países latinoamericanos tampoco. Cada país es impactado por migrantes que los tienen como destino o tránsito, pero pocos países pueden presumir de ser vecinos de un Estado totalmente colapsado.

A su consuetudinaria crisis política, el asesinato de Moïse en 2021 generó un vacío de poder que ha permitido la proliferación de bandas y la primacía de las mafias sobre el Estado, y con ello, la supresión de garantías ciudadanas y derechos fundamentales. Haití es un Estado inexistente y poco importa lo que diga Antonio Guterres en la ONU o Luis Almagro en la OEA, porque sólo serán palabras huecas. En los hechos, la arquitectura funcional de ambos organismos requiere de unos consensos y compromisos a los que pocos países están dispuestos. Para muestra, la cacareada misión keniata está varada, y, entretanto, la llegada de Guy Philippe el pasado mes de diciembre -de profesión, golpista-, ha incrementado la violencia y desestabilización.

Esta situación de deterioro institucional en medio de la violencia más extrema genera más presión a los flujos migratorios hacia la República Dominicana. El informe de la ONU hecho público el día de ayer da cuenta de un incremento de 119% de los homicidios entre 2022 y 2023 (2,183 vs. 4,798) y un 83% en los secuestros para el mismo período (1,362 vs. 2,490); eso, en un país con déficits y subregistros estadísticos notorios. El deterioro de la seguridad, y el incremento de actuaciones tendentes a remover al gobierno (que no es legal ni legítimo, pero es el que existe), plantea un escenario funesto para la población haitiana, y crítico para la dominicana.

El presidente Luis Abinader ha asumido el desafío del colapso haitiano con valentía, pero el ritmo del resquebrajamiento supera con creces nuestra capacidad de respuesta y disponibilidad de recursos. La solución al problema haitiano no es dominicana -dice Abinader-, pero, en los hechos, para Estados Unidos, Francia, la Unión Europea y demás países, nosotros somos la solución lógica, necesaria y más barata, de un problema que nadie quiere enfrentar con el mismo nivel de urgencia, empatía y compromiso con que se ha apoyado a Ucrania o Israel… por ejemplo.

El país que fue la primera estrella de la libertad en todo el continente implosionó hace tiempo, transformándose en una supernova que ahora amenaza con convertirse en un agujero negro que nos absorberá, mientras los demás países observan en silencio, sin hacer nada al respecto.

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